A las cinco de la tarde sonó la sirena, anunciando el final del turno. Poco después empezaron a salir del chiflón los operarios, de overol ennegrecido y casco con linterna, aún aturdidos por las horas de encierro y el ruido de los taladros. Tras marcar tarjeta, darse una lavada y cambiarse, los obreros se dividían en dos grupos: los que vivían ahí en Turbio y volvían a sus casas, y los que tenían que tomarse el bus a Puerto Natales. Entre estos estaba Tyson, un sujeto de porte gigantesco, a quien llamaban así por su supuesto parecido con el campeón mundial de box. Tyson caminaba bien tirado hacia atrás, a causa de su enorme barriga, a la que apenas contenían los botones de la camisa de grafa. Nieto de un cacique Kawésqar, la etnia que poblaba las islas al oeste de Tierra del Fuego, Tyson parecía inmune a los rigores del frío patágonico: apenas si usaba una campera liviana, abierta, que le quedaba chiquita como una chaqueta de torero. Todo lo contrario de su amigo Berni, que de enero a enero se abrigaba como un cazador de osos de Siberia. Los dos viajaban juntos en El Caleuche, el destartalado 11-14 que hacía el trayecto de treinta kilómetros entre Río Turbio y Puerto Natales. La frontera parecía un detalle sin importancia: a los mineros les bastaba con mostrar su tarjeta para que gendarmes y carabineros los dejaran pasar sin más trámite. Y a Tyson y al Palomo, que eran tan conocidos, ni eso. Ya era casi de noche. El bus bajaba hacia el mar por un suave declive, en ese sector en el que la Cordillera de los Andes es apenas en grupo de colinas. Pronto se vieron las primeras luces de Natales, las casas de techos de chapa y el casco de un barco anclado en el puerto. “Mi-mo-sa”, deletreó dificultosamente Tyson, y eso fue lo único que se le escuchó decir durante el viaje. En el último tramo del recorrido el bus pasó frente al cabaret La Sirena, aún con la vidriera destrozada y las fajas de clausura. Dicen que las chicas ahora están Le Cat Black, comentó Lucho, otro de los mineros, que iba sentado un asiento más adelante. ¿En Le Cat Black?, preguntó Berni, metiéndose en la conversación. ¿La Polaca también?
© Emilio Di Tata Roitberg, 2017.
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